Artículos

En este apartado quiero dar a conocer algunos artículos pendientes de publicación en papel.
1º. - La dicotomía Ignacio Cerviño Quinteiro/José Cerviño García y el famoso crucero de Hío (Cangas) y la cruz de As Cachadas en Ponteareas, los dos desenclavos más famosos de toda la provincia de Pontevedra
2º. - "Wenceslao Fernández Flórez un adiantado do ecoloxismo español".
3º. - "As buracas do carbón " ou carboeiras de pedra para a fabricación de carbón vegetal en Ponteareas (Pontevedra)".
4º. - Autariz (Ourense), el puente del amor eteno o del "padlocking" gallego,




********************************

DESENCLAVOS DE PONTEAREAS E HÍO: 
DOS ADJUDICACIONES DIFERENTES Y UN SOLO ARTÍFICE POSIBLE: IGNACIO CERVIÑO QUINTEIRO

Estanislao Fernández de la Cigoña Núñez


INTRODUCCIÓN
Estas dos piezas: una, un hermosísimo cruceiro de desenclavo y, otra, una bien labrada cruz de portalón con idéntico tema, tuvieron, en un principio, por parte de los estudiosos, un adjudicatario único: el maestro cantero José Cerviño García, al que Alfonso Daniel Rodríguez Castelao (1950) le puso por alias “Pepe da Pena”, por llamarse José y ser natural de aquella pequeña aldea de la parroquia de Augasantas, en el ayuntamiento pontevedrés de Cotobade, como bien podemos leer en su libro “As cruces de pedra na Galiza”.
 Hasta el año 1964 nadie discutió esta autoría y todos los investigadores, basándose en el escrito de aquel prócer, elevaron a dogma de fe sus palabras. Solamente un atrevido, un loco se arriesgaría a poner en tela de juicio aquella revelación que, como todos los libros del rianxeiro, eran y son considerados a la altura de la mismísima Biblia para los que enarbolan la bandera del nacionalismo en Galicia. Para esta gente, la infalibilidad de la que goza Castelao es equiparable a la del papa en un concilio, pero, he aquí que, un buen día, un investigador humilde, fiable y muy tenaz en sus trabajos, Eugenio Eiroa Hermo, cangués para más señas, se declara en absoluta rebelión, dando a la publicidad, en su artículo “El crucero de Hío, verdadera maravilla. La obra de Cerviño en Cangas”, un nombre que hasta aquel momento nadie había escuchado: Ignacio Cerviño Quinteiro, y que sale a la palestra lanzado como un cohete de feria, aunque, después, algunos, incluso le negaran la existencia misma, para, como luego veremos, no complicarse la vida demasiado.

EL CISMA DE HÍO
Eugenio Eiroa, prudente en todos sus trabajos, cuidadoso en los detalles y sumamente educado y correcto con los oponentes, hasta al punto que cuando difiere de ellos los cita por sus iniciales, suponemos que para no contrariarlos demasiado y para que sus lectores (los de Eugenio) no puedan descubrir su identidad, no sacó por azar –de la manga, que se diría cordialmente hablando- el nombre de Ignacio Cerviño Quinteiro, pero con su osadía, creó entre los historiadores y etnógrafos un gran cisma, que podríamos definir como el “Cisma de Hío”, ya que de un lado se pusieron los pocos que le siguieron y que aceptaron, por lo tanto, a Ignacio Cerviño como artífice de aquella excelsa obra y, del otro, los que le denigraron y condenaron, intentando por todos los medios ocultar e ignorar sus escritos, incapaces de perdonar que se atreviese a denostar lo revelado en la biblia castelanista.
 Las pruebas, profundamente razonadas, y no una sino varias, en las que basó sus argumentos, no las clavó en la puerta de la iglesia parroquial de Santo André de Hío, como Martín Lutero había hecho en la de Wittemberg con su manifiesto protestante para que todo el mundo pudiera leerlas, aunque después de tan enconada contienda a nadie le hubiera extrañado lo más mínimo, e incluso le hubiéramos apoyado personalmente en este hecho de pura reivindicación histórica. Primeramente, las expuso en el periódico Faro de Vigo, el de más tirada del sur de Galicia, por lo menos en aquel entonces, estamos hablando del año 1964, del que era corresponsal en Cangas y donde podía publicar lo que le viniere en gana sin tener que pedir anuencia y rogar en los despachos y, luego, las prodigó en varios programas de fiestas de Aldán, Cangas, Coiro e Hío, donde el que quiso enterarse lo tuvo mucho más difícil por la limitada difusión de aquellas publicaciones que no excedían, en lo geográfico, al pequeño ámbito local para el que habían nacido, pero que, sin embargo, tenían una más que nutrida tirada en cuanto al número de ejemplares editados, aunque después su vida fuese tan efímera como la misma romería que pregonaban y, pasado algún tiempo, imposibles de encontrar en ninguna parte para poder echarles un vistazo y estudiar sus contenidos.

       Placa puesta por la “Asociación Amigos do Cruceiro de Hío” en el atrio de la iglesia de Santo André de Hío, muy cerca del famoso Desenclavo, y que proclama a los cuatro vientos a Eugenio Eiroa Hermo como defensor de la autoría del Crucero por parte de Ignacio Cerviño Quinteiro. Puede ser que a partir de ahora las cosas cambien y se reconozca la paternidad a este genial escultor que volvió a la luz de este mundo por el esfuerzo de un cangués singular, imbatible al desaliento.

 LAS RAZONES DE EUGENIO EIROA EN FAVOR DE IGNACIO CERVIÑO QUINTEIRO
            Tres son las razones que nos llevan a apoyar plenamente la opinión defendida por el historiador cangués para cambiar nuestro parecer que hasta hace unos pocos años siguió, como la totalidad de los etnógrafos, sustentando que el crucero de Hío se debía a José Cerviño García. De todas maneras, como rectificar siempre es conveniente cuando las premisas mudan, ante la falta del "Libro de Fábrica", expondremos brevemente tres hechos constatados por Eiroa y que no admiten discusión.

1º. - La manifestación escrita del párroco de Hío Don Ricardo Touriño
            Don Ricardo Touriño manifiesta en una entrevista que publicó un periódico no identificado a un periodista que firmaba con las iniciales "C. L. V.", entre otras cosas, que: "SU AUTOR FUE UN CANTERO QUE GOZÓ DE MUCHA FAMA EN GALICIA, LLAMADO IGNACIO CERVIÑO". Lástima que este recorte de prensa, que nosotros vimos en las manos del propio Eugenio Eiroa y que se debe encontrar todavía entre sus papeles, carezca de fecha de cabecera y de identificación. Debemos tener presente que el cura, Don Ricardo Touriño fue párroco de Hío hasta 1930, por lo que el escrito debe ser, como muy tarde de ese año y, probablemente, anterior. Este religioso si tenía, en aquel tiempo, en su poder, el "Libro de Fábrica" de la parroquial de Hío, por lo que sabía perfectamente lo que decía, ya que lo había leído en sus páginas manuscritas. No acabamos de entender como es que algunos investigadores dan tanto crédito a lo que escribió Castelao sobre la autoría de José Cerviño y desprecian olímpicamente lo dicho por D. Ricardo Touriño y recogido en el periódico por C.L.V. sobre Ignacio. Al párroco, por aquel entones, tanto le daría que le hubiere hecho uno como otro, pues no existía en aquel momento, polémica ninguna sobre el autor, ni podría preverse, y él no tendría -suponemos- ningún interés personal por mentir, ya que nada ganaba con ello. Y estamos hablando, incluso, bastantes años antes de que Castelao hubiera hecho su manifestación sobre José Cerviño/Calviño, pues la primera edición bonaerense de su libro sobre "As cruces de pedra na Galiza" data de 1950. Por lo visto: o no se enteró de la publicación del periódico, cosa disculpable, o decidió pasarla por alto, cosa inaudita y, además, inadmisible en un investigador.

2º. - La manifestación oral del párroco de Hío Don Antonio Graña González
            En el año 1964, el cura de Hío, Don Antonio Graña González manifiesta a Eugenio Eiroa Hermo que "el tivo nas mans o citado libro, que herdara do cura anterior (o señor Touriño), no que viu cos seus propios ollos que o autor do cruceiro do Cristo da Luz foi Ignacio Cerviño Quinteiro" (Eiroa Hermo, 1964). Que él y solamente él se considera responsable de su pérdida, pues se lo prestó de buena fe a José María Massó, por aquel tempo alcalde de Bueu y todopoderoso cacique en el Morrazo al que ningún requerimiento se le podía negar, y nunca se lo devolvió. En aquel libro si constaba la paternidad de Ignacio como artífice del crucero de desenclavo como manifiesta el cura.
3º. – La presencia en Hío de Ignacio Cerviño el año en que se hizo el crucero
            Eiroa encuentra un documento firmado por Ignacio Cerviño Quinteiro, ante el juez de Bueu, ya que la parroquia de Hío dependía por aquel entonces de aquel ayuntamiento, en el que se declara natural de Augasantas, escultor de profesión y que el día 1 de abril de 1872 (año en el que se hizo el crucero de Hío) vivía con su familia en el lugar del Igrexario, en la parroquia de Hío, donde, ese mismo año su mujer Josefa Linares Costa, de profesión costurera, da a luz una niña a la que llamaron María del Carmen Remedios. Para establecerse allí con su familia los motivos tenían que ser profesionales. Nadie en aquel tiempo hacía turismo y quien permanece solamente unos días no solicita documentación ninguna, pues no la precisa.

EL DESENCLAVO DE AS CACHADAS (PONTEAREAS)
Sobre la cruz de portalón del barrio de As Cachadas, en la antigua casa de Fortes, hoy de Gabino Porto Bernárdez, situada en las afueras de la villa de Ponteareas, Eugenio Eiroa siempre fue de la opinión que su autor fue José Cerviño García. Aquí, el cangués, no se complicó la vida para nada y marchó al alimón con todos. Fue tan categórico en este asunto que afirmó rotundamente (Eiroa Hermo, 2001: 100): “... y todo el mundo admite –se está a referir al desenclavo de As Cachadas- que es obra de José Pepe da Pena” y prosigue un poco más adelante: “... está claro que quien hizo el uno, no hizo el otro y que ambos no son de la mano del mismo autor.” Si uno, el desenclavo de Hío, era de Ignacio Cerviño Quinteiro, el otro, le correspondía a José Cerviño García, como nos quiere indicar con absoluta precisión en su artículo. Y esta opinión no la cambió nunca y con ella murió.

APARECEN LOS PRIMEROS APOYOS... ¡Y NO SIEMPRE DEL TODO!
Alfonso Fernández Sotelo (1997) historiador de prestigio, natural y vecino de Aldán (Cangas), pronto apoyó a Eiroa en sus escritos sobre la autoría del cruceiro de Hío, pues las razones esgrimidas por este le parecieron suficientes para su espíritu crítico, pero no lo tuvo tan claro sobre la cruz de desenclavo de As Cachadas en la Villa del Tea. Contra corriente, mejor dicho contra la marea imperante, fue el único que con un hilillo de voz se atrevió a decir que si el desenclavo de Hío era de Ignacio Cerviño Quinteiro, el de As Cachadas de Ponteareas también le pertenecía. Y aquí llegamos, en verdad, a donde nosotros queríamos estar… ¡y llegar!

EL DESENCLAVO DE AS CACHADAS (PONTEAREAS), OBRA DE IGNACIO
Fernández Sotelo (1997) no lo dijo muy alto, pues empleó un sencillo programa elaborado por la Comisión de Fiestas del Cristo da Luz de Hío para anunciarlo, pero lo dijo bien claro basándose en informaciones facilitadas por un discípulo de Ignacio, un cantero portugués, con el que mantuvo diferentes conversaciones al respecto. Su parecer lo manifestó en el artículo titulado “Algo más sobre el autor del crucero de Hío”, donde dejó escrito:

“La obra de Puenteareas la atribuye el Sr. Eiroa a un discípulo de Cerviño apoyándose en sus consideraciones estilísticas, o así interpreto sus palabras: “á vista dos seus detalles”, pero iconográficamente son tan semejantes ambas obras a pesar de la complejidad de su traslado a la piedra, que difícilmente podría ser reproducida por otro escultor, salvo que poseyera notas, apuntes, dibujos al respecto.”

Como resultado de esta opinión, tenemos que los desenclavos de Hío y de As Cachadas los hizo Ignacio Cerviño Quinteiro, según el citado historiador y los que le quieran aceptar y seguir. De antemano, intuimos que serán pocos, pues siempre resultó bastante más difícil remar río arriba que dejarse arrastrar por la mayoría que, en este caso concreto, abarca la práctica totalidad de los escritores e investigadores que conocemos, incluido, como ya dijimos, al propio Eugenio Eiroa Hermo, que ya le debió parecer suficiente, visto lo que se le vino encima, el frente de Hío para abrir uno nuevo en Ponteareas.
Luego, Alfonso Fernández Sotelo (1998), para no polemizar demasiado, dado su carácter apacible y conciliador, añadió a lo arriba manifestado: “algunas de las noticias trasmitidas sobre Ignacio Cerviño por el cantero portugués deberían ser contrastadas”, lo que, de alguna manera y ante los demás, pero sobre todo los que no pensaban como él, volvió a dejar las cosas exactamente igual que estaban. ¡Vamos, como si nada hubiera dicho anteriormente!

NO HUBO DOS ARTÍFICES, SOLAMENTE EXISTIÓ UNO
Hace tiempo que nosotros comulgamos con lo expuesto por Alfonso Fernández Sotelo y en el caso de Ponteareas, por lo tanto, no participamos de la opinión de Eiroa. Por supuesto que no lo hacemos ni por esnobistas, ni por polémicos, ni por llevar la contraria a todo el mundo. Hace poco tiempo, en un libro que nos publicó el Ayuntamiento de Ponteareas en 2010 y que titulamos “Os marmoristas construtores de tumbas nos camposantos de Ponteareas. Séculos XIX e XX”, dejamos bien claro que el panteón de Amancio Presa es una copia del levantado por Ignacio Cerviño en el cementerio de Cangas para el fomentador de aquella villa Francisco Graña Rodal, más conocido popularmente por “Ranqueta”, y que el desenclavo de As Cachadas (Fernández de la Cigoña Núñez, en preparación) es una reproducción de la parte superior del de Hío que aquel levantó en 1872.
Quien hizo los originales de aquellos monumentos, primeramente en Hío y Cangas, fue el que, después, se valió de los mismos modelos, diseños, esbozos o proyectos para repetirlos en Ponteareas. Como todo artista que elabora una obra complicada en su ejecución, a veces incluso obligado por los distintos “andares” que presenta el granito en su corte y talla, el calco no resulta ciento por ciento exacto al original. También hay que preguntarse si el autor buscó desde un principio una réplica perfecta o intentó una simple reproducción, en la que, habiendo enormes coincidencias, se permitió una cierta licencia en los detalles ¡Solo faltaba que no tuviera tal facultad!

NO HAY PEOR CIEGO QUE EL QUE NO QUIERE VER
Sería por completo inadmisible, por ejemplo, que un novelista copiara una obra literaria de otro escritor de principio a fin: título, personajes, desenlace y hasta diálogos de por medio. De intentarlo, acabaría seguramente en el juzgado y la opinión pública se le echaría encima por plagiador. Pues bien: el desenclavo de As Cachadas y el panteón del abad Amancio Presa Martínez son prácticamente un calco de los originales cangueses, sobre todo el primero de los monumentos citados. Quien los ideó, proyectó y realizó tuvo que ser una sola persona.
            Debemos tener en cuenta que Ignacio Cerviño Quinteiro y José Cerviño García fueron coevos largo tiempo; por lo tanto, no es posible suponer una suplantación de las obras mientras ambos vivían. Lo que pasó después, tras la muerte de Ignacio, no tiene justificación ni posible perdón. José le sobrevivió casi veinte años, también tenía su fama, se apellidaba igual que Ignacio, procedía de la misma parroquia, practicaban el mismo oficio y sus edades tampoco eran tan dispares: trece años de diferencia son los que había entre ambos, así que las obras de uno y otro se fueron fundiendo y confundiendo con el paso de los años. A donde José llegaba era el Maestro Cerviño quien lo hacía. Nadie le preguntaba de qué Cerviño se trataba, ni cuales fueron sus logros… Y esto que contamos es tan verdaderamente cierto, que cuando el periódico católico "La Integridad" de Tui de fecha 20 de septiembre de 1900 habla de la construcción de un crucero jubilar en el monte de A Franqueira, en la sección titulada "A orillas del Miño", dice: "Según noticias que hemos recibido de la parroquia de La Franqueira se está levantando un monumento a Cristo Redentor en una colina próxima a la iglesia parroquial. Las obras de construcción corren a cargo del muy conocido maestro señor Cerviño, el que espera dar remate al monumento en todo el mes de octubre próximo. Pero nos hemos preguntado muchas veces (Fernández de la Cigoña Núñez, 2002): ¿quién es este maestro muy conocido al que llaman Cerviño: Ignacio o José?
            Ignacio murió un 28 de octubre de 1905, y fue enterrado en el cementerio de Santa María de O Porriño tras padecer una bronquitis crónica, seguramente asociada a una silicosis profunda, enfermedad típica de aquellos que trabajan la piedra durante largos años. José recibía laureles a donde quiera que iba y sería de necios preguntar si se los daban por esta o aquella obra, por las que había realizado o se suponía que hizo, o por las que los Cerviño, los dos: Ignacio y José, irguieron, tallaron o modelaron a lo largo de su vida.
 Así, mientras uno permanecía por completo olvidado, sin tener a nadie que le pusiera una flor sobre su tumba, José gozó de la fama que sin duda merecía, pero agrandada en gran manera por la que le hubiere correspondido, también, al otro Cerviño.
           
RECONOCER ERRORES, PRIMER PRINCIPIO DE UN INVESTIGADOR HONESTO
Ignacio, viudo desde hacía tiempo, no tuvo quien le defendiera una vez muerto… La historia, a veces, es cruel y mentirosa, no importa quien la escriba ni los méritos de sus “escribidores”, llámense Alfonso Castelao, Antón Fraguas… y todos los que siguieron echando paladas de tierra, muchos de ellos de forma totalmente involuntaria, pero otros con alevosa intención, sobre la memoria de Ignacio Cerviño Quinteiro hasta hacerlo desaparecer por completo, hasta diluir su presencia, olvidando hasta su nombre. No debe extrañarnos, por lo tanto, que su resurrección, obra de Eugenio Eiroa Hermo, levantase eccemas a la mayor parte de la “intelectualidad” del país que escribió y mantuvo que el desenclavo de Hío era de José Cerviño García, Pepe da Pena, para más señas, pues se les hizo muy duro tener que enmendar errores en aras del propio prestigio, muchas veces, tan solo, simple y supuesto autoprestigio: “vanitas vanitatum de omnia vanitas”.
Ignoramos por qué reconocer fallos resulta en ocasiones tan difícil. Los que nos dedicamos a investigar y publicar el resultado de nuestros desvelos damos por cierto que otros vendrán detrás y descubrirán, en nuestros trabajos, defectos, fallos, omisiones involuntarias, lagunas inexplicables… ¡Es la grandeza de la ciencia! un trabajo de investigación no acaba nunca, ya que evoluciona con el tiempo gracias a las nuevas aportaciones de documentos que aparecen, de elementos que se descubren, de otras ideas, hipótesis y teorías… que no se hubieran ni sospechado y a nadie le puede sentar mal estos necesarios sumandos, a no ser un engreído, un ególatra.
 El Cisma de Hío, después de medio siglo, sigue más vivo que nunca, enfrentando a los investigadores, denostando al que lo inició. Aquí, se impuso, contra toda lógica, lo de matar al mensajero… pero se trata de una guerra inacabada y con un final muy lejano todavía. Como siempre ocurre, vaticinamos que la verdad se irá imponiendo, aunque sea lentamente.

SI TÍTULO, GUIÓN Y HASTA DIÁLOGOS SON IGUALES… ¡SON DEL MISMO AUTOR!
¡Sin duda! Es hora de afrontarlo y cuanto antes… ¡mejor! Compararemos, seguidamente, el desenclavo de As Cachadas con el de Hío para señalar igualdades y hacer notar de paso las pequeñas diferencias existentes. Estas son, como podremos ver, tan solo de detalle. No cabe imaginar un plagio de tal envergadura… Hablamos de un solo artífice, de un escultor genial, del mejor “crucerista” gallego de todos los tiempos y presentamos a Ignacio Cerviño Quinteiro como autor indiscutible del desenclavo de As Cachadas, del panteón del abad Amancio Presa Martínez, de la fuente de la Fama, del retablo de los Siete Dolores de la Santísima Virgen de Areas, del Altar de Ánimas de Cristiñade, etc. etc. Obras, todas ellas, situadas en Ponteareas y que, hasta hace muy poco tiempo, se le atribuían a José Cerviño García, pero que, gracias a la documentación hallada, se demostró que se cometía una injusticia con tal adjudicación, pues le pertenecían a Ignacio Cerviño Quinteiro que las había esculpido con sus propias manos.


JOSÉ, NI ESTABA NI SE LE ESPERABA POR LA VILLA DEL TEA
No debemos olvidar que Ignacio Cerviño Quinteiro fue vecino de Ponteareas por lo menos durante la década que va de 1880 a 1890 (Fernández Pintos, 1999), viviendo frente por frente a la capilla de los Remedios. Después estuvo avecindado en O Porriño, en la calle Elduayen, donde le sorprendió la muerte en 1905, dato que tomamos de su Partida de Defunción. De José, nada se sabe, o lo poco que se sabe es para afirmar que tanto en Hío como en Ponteareas y alrededores no vivió nunca de manera permanente y que encontró trabajo en lugares bien distantes de la ría de Pontevedra y del valle del Tea, donde tanto se asegura, de forma tan errada a nuestro modo de ver, que proliferaron sus obras, como pueden ser Salamanca o Madrid, a donde le llevó uno de sus patrocinadores más conspicuos y poderosos de la escena política de aquel momento, el ministro Eugenio Montero Ríos, con el que José podía haber emparentado al casar por segunda vez con Manuela Montero (Campos García, 1985).

DESENCLAVOS DE AS CACHADAS Y DE HÍO. ELEMENTOS COMUNES
Para nada usaremos calificativos sobre cual es mejor, más logrado, más perfecto. Pues ya se sabe que para gustos… ¡colores! En las obras de arte y digan lo que digan, la crítica subjetiva se impone muchas veces sobre la realidad y las opiniones casi nunca coinciden. Lo mejor… ¡no decir nada y que cada cual decida!
Tanto el uno como el otro están hechos exactamente de la misma manera. Así, la cruz, las dos escaleras, los desclavadores: José de Arimatea y Nicodemo subidos en ellas, la figura de Jesús suspendido por una sábana y la de San Juan, el discípulo predilecto que le sujeta por las piernas, forman una unidad. Es decir: están hechos en un bloque único de granito del país. Las otras imágenes que acompañan la escena del Gólgota: la Virgen María y la Magdalena junto con los dos ángeles situados en las esquinas son añadidas. Esto es: pegadas sobre la base que sirve de cimiento al desenclavo. En el caso de Hío, el capitel que corona el fuste; en el de As Cachadas la piedra que soporta la obra.
Algunas figuras incorporan elementos metálicos, pues a Ignacio Cerviño le gustaba poner detalles de hierro en muchas de sus obras en piedra y nunca creyó que este mestizaje de elementos tan diferentes las pudiese devaluar en lo más mínimo. Presentes y muy visibles en estos dos desenclavos son las herramientas que llevan los desclavadores en la cintura, las coronas de las imágenes que están al pie de la cruz, el cartel con el INRI y los clavos que muestran los dos ángeles de las esquinas. Algunos de estos elementos se han perdido con el paso de los años por la corrosión, sobre todo en Hío, donde las brisas marinas de la cercana bahía cargadas de sal se comieron el hierro con el que fueron hechos estos añadidos secundarios en la gran obra maestra del Descendimiento. El observador percibe inmediatamente el óxido que despiden las herramientas que los operarios llevan en la cintura. Y si por un momento fijáramos nuestra mirada en el panteón del fomentador cangués Francisco Graña Rodal, Ranqueta, y en el del abad Amancio Presa Martínez, veremos enseguida que la Sagrada Forma, que el cura yaciente en el ataúd de piedra sostiene un sus manos, están pintadas, ambas, en color de plata y son, también, de puro hierro.
Pero volviendo a los dos desenclavos, parte principal de este trabajo, percibimos instantáneamente que la disposición de las imágenes, su posición en la escena y lo que realizan cada una de ellas son absolutamente coincidentes en ambos monumentos. Tanto es así, que si nos valiéramos tan solo de la memoria, visto uno y después el otro no seriamos capaces de señalar diferencia ninguna. Pensaríamos que son exactamente iguales y que una y otra obra son como un calco.
Así, el operario de la derecha está por debajo de los brazos de la cruz. Apoya un pie en el peldaño en el que está subido y el otro está en el aire. Sujeta la sábana por la parte trasera de la cruz con el brazo izquierdo, mientras que con el derecho ampara el brazo derecho de Jesús. Viste botas y calzones a media caña, faja en la cintura por la que asoman las herramientas utilizadas para desclavar al Nazareno: martillo y tenazas de hierro. Cubre su cabeza con un turbante y lleva un blusón que deja los brazos al desnudo. El operario de la derecha aparece doblado sobre el brazo de la cruz y muestra las herramientas, también de hierro, justo por encima del travesero, sujetas igualmente por la faja. Viste igual que el ya descrito. Con la mano izquierda sujeta la sábana y con la derecha el brazo izquierdo del Señor a la altura del codo. Pero todas estas coincidencias, siguen igualmente en las figuras restantes, pues ambos Cristos están por completo desenclavados, sujetos por la sábana. Solamente recurriendo a la utilización de fotografías comparativas podríamos notar que el de As Cachadas muestra los brazos más separados del cuerpo que el de Hío. La sábana también presenta menos pliegues en As Cachadas, donde la cabeza de Jesús está ligeramente inclinada y girada hacia la derecha. En ambos desenclavos los pies están libres, pues el ángel situado a la derecha muestra los tres clavos, estando, también en ambos, el pie derecho por encima del izquierdo, como si todavía permaneciesen unidos por un clavo. El perizoma, o paño del pudor, está anudado en el costado derecho y los dos muestran un nudo artístico, colgante y con pliegues sinuosos.
San Juan está de pie en ambos desenclavos y con los brazos en alto sujeta las piernas de Jesús. Lleva ropajes largos y corona de hierro sobre su cabeza, aunque en el de Hío se perdió por la corrosión.
La Virgen María se encuentra al pie de la cruz, arrodillada, de perfil, frente a María Magdalena, cubierta por entero por un manto y con los brazos doblados y extendidos al frente, mostrando las palmas hacia arriba. Mantiene, en el de As Cachadas, la corona de hierro que, sin embargo, se disolvió con el aire salado en el de Hío. En ambos, la Virgen tenía una espada metálica clavada en el corazón, que se ha perdido con el paso de los años, más de siglo y cuarto…
La Magdalena está situada frente a la Virgen María, en posición erguida y de perfil. Muestra la cabeza sin cubrir, enseñando sus largos cabellos y mira hacia arriba, buscando la figura del Crucificado al que los operarios, Nicodemo y José de Arimatea, comienzan a descender suspendido por la sábana.
El ángel de la derecha tiene en las manos los tres clavos de hierro y el de la izquierda la cartelera de INRI, también del mismo metal.

HAY, TAMBIÉN, PEQUEÑAS DIFERENCIAS
            Empezaremos este apartado desdiciéndonos de lo publicado anteriormente (Fernández de la Cigoña Núñez, 2001: 225) en el que señalábamos “que entre un e outro (desenclavo) hai moitísimas diferencias”, dejándonos llevar, sin duda, por los escritos de Eiroa.
             Hasta aquí, hemos puesto de manifiesto, sobre todo, las igualdades, pero si nos fijamos bien somos capaces de encontrar algunas otras ligeras diferencias, recurriendo, como ya hemos dicho a las fotografías de uno y otro, que para nada señalan que manos distintas intervinieron en su hechura. Describiremos seguidamente algunas de ellas:
            La cruz de As Cachadas tiene el cabecero más largo, casi un tercio más que el de Hío, pero ambas son cilíndricas y muestran los nudos de la madera casi exactamente en los mismos lugares. Los extremos de los brazos están en ambas cruces levemente biselados.
Las dos escaleras de As Cachadas muestran siete peldaños cada una, mientras que las de Hío tienen uno menos. También las primeras parecen más finas y con mayor longitud de peldaños que las de Hío.
El operario de la derecha, en As Cachadas, apoya el pie derecho en el tercer peldaño dejando el izquierdo al aire, mientras que en el de Hío apoya el pie izquierdo en el cuarto peldaño y tiene el derecho en el aire. El pie que apoya en As Cachadas está por delante de la escalera y el que lo hace en Hío por detrás de la misma.
Ya hablamos sobre la postura de Cristo, que semeja ser algo menos rígida en el de As Cachadas al mostrar la cabeza más girada hacia la derecha y los brazos más separados del cuerpo. Jesús también está más descendido, pues su cabeza está por debajo del travesero de la cruz, mientras que en el de Hío supera en altura al travesaño.
Los cabellos de Jesús están más apelmazados en el de As Cachadas, pues en el de Hío dejan pasar la luz as estar separados por distintas guedejas.
Aunque las posturas de los operarios como ya dijimos, son muy semejantes, difieren en la forma de asentar los píes en el de la derecha, mientras que el de la izquierda está menos doblado sobre el travesero de la cruz en el de As Cachadas.
Todas las diferencias que pudimos encontrar, como las aquí expuestas, resultan ser bien pocas y ligeras. Nadie puede pensar que son suficientes como para suponer que hubo dos manos distintas en las ejecuciones y que dos artistas de renombre se copiaron punto por punto hasta hacerse sangre.

HECHAS LAS COMPARACIONES… ¡TENEMOS LA CONCLUSIÓN!
Y ahora, debemos volver otra vez a lo que ya habíamos dicho casi al principio: cuando el título, argumento, personajes y hasta los diálogos de una novela son coincidentes en más de un noventa por ciento o se trata de un plagio total y absurdo o la obra es fruto del mismo autor que quiso reproducirla cambiándola en cuatro detalles. Y esto, en literatura, resulta bastante frecuente. Así, los poetas, en ocasiones, hacen pequeños cambios en la redacción de sus versos ya publicados y podemos encontrar tres y hasta cuatro versiones con pequeñas diferencias en autores de valía en distintas ediciones, sin que esto suponga menoscabo ninguno por su parte.
Aquí, como hemos podido ver a lo largo de este artículo, salvo la puntuación todo es coincidente. Si el desenclavo de Hío lo hizo Ignacio Cerviño Quinteiro, el de As Cachadas también es obra suya, y como tal debe considerarse mientras no aparezca un documento que demuestre lo contrario, pues bien sabido es que si tal aconteciere se impone sin discusión posible el dicho que asegura que “escritos cantan y barbas callan”. Entonces, sin acritud ninguna por nuestra parte, nos comeremos nuestras propias palabras y aceptaremos nuestros errores. Para disculparnos, si alguien nos lo exigiere públicamente, pues damos por seguro que no faltará quien aproveche la oportunidad para demandarlo y de paso regodearse en nuestro yerro, le diremos con toda la humildad posible, pero cargados, sin duda, de toda la razón del mundo: solamente el que nada hace, jamás se equivoca.

REMEMORANDO A UN MAGNÍFICO INVESTIGADOR
Eugenio Eiroa Hermo, hombre cargado de virtudes, dejó este mundo el 12 de septiembre de 2009 con cristiana resignación, como buen creyente, y sin que sus razones en pro de Ignacio Cerviño Quinteiro, respecto al crucero de Hío, fuesen aceptadas de un modo general, pero si expandió la duda hasta el último confín de Galicia.
Su muerte, ya es casualidad, coincidió con el día en que nosotros clausurábamos en Poio el “Primer Congreso Galego sobre Cruceiros e Cruces de Pedra” y en el que había mostrado su entusiasmo por poder participar y llevar su versión ante los asistentes, todos expertos en este tipo de monumentos, sobre el autor del desenclavo de Hío. Ante tal lamentable y dolorosa ausencia, nos permitimos incluir en el Libro de Actas del citado Congreso uno de sus trabajos en los que habla de Ignacio Cerviño y su crucero: “Machacando en hierro frío”. Al año siguiente, y como si Eugenio Eiroa estuviese vivo y también quisiera participar con nosotros, recogimos en el Libro de Actas del Segundo Congreso, celebrado esta vez en el castillo de Sobroso (Mondariz-Ponteareas) otro trabajo suyo: Más sobre el verdadero autor del Crucero de Hío”. Ni que decir tiene que ambos artículos no dejaron indiferentes a ninguno de los congresistas que, como movidos por resortes invisibles, enseguida se dividieron en dos bandos irreconciliables: los que estban con Eiroa y los que se opusieron a él.
 Cuando tales cosas escribimos, finales del año 2010, una gran parte de los investigadores gallegos, ante el dilema de que si el crucero de Hío lo hizo Ignacio o fue José el autor, prefieren no mojarse y decir, sencilla y llanamente, que es obra de Cerviño, sin nombre de pila que le acompañe y sin segundo apellido que lo identifique, con lo cual, aciertan siempre sin que les suponga, esta neutralidad tan aséptica como descorazonadora, compromiso ninguno por su parte, pero que nos indica, bien a las claras, que todos ellos tienen muy presente los trabajos de Eugenio Eiroa, que nosotros desde nuestra modestia hemos procurado expandir para bien de la verdad.

COLOFÓN DEFINITIVO
Sobre el autor del desenclavo de As Cachadas todavía no se inició discusión ninguna, pues salvo la excepción ya mencionada de Alfonso Fernández Sotelo, todos los autores consultados, siguiendo la lección difundida no sabemos por que sabio maestro y aprendida en multitud de publicaciones, aseguran que lo hizo José Cerviño García. Incluso, nosotros mismos nos dejamos llevar por la marea reinante y defendimos en su momento (Fernández de la Cigoña Núñez, 2001:225) la paternidad de José. Creemos, sin embargo, que ha llegado la hora de ir pensando que ambos monumentos se deben a una sola mano. Si el de Hío es obra de Ignacio, el segundo no admite, tampoco, ninguna duda sobre su artífice.
Si algo podemos echar de menos en los escritos tanto de Eiroa Hermo como de Fernández Sotelo sobre los Cerviño y sus obras, es que no revelasen en cada instante las fuentes de información. Esto es: carezcan de bibliografía acompañante, tan necesaria para el investigador que los lee y de todos los que quieran desmenuzarlas  hasta en sus menores detalles. Sin embargo, debemos decir a su favor que nunca pretendieron hacer un trabajo científico de los temas tratados y que buscaron no tanto la aceptación de los intelectuales como el favor del pueblo llano, de ahí que apareciesen en periódicos y programas de fiesta, en vez de en revistas de mayor altura, donde las exigencias para publicar no permiten algunas concesiones que consideramos por completo imprescindibles.
Con este artículo tan solo hemos intentado resucitar opiniones que parecían, más que olvidadas, como si nunca se hubieran dicho… ¡y escrito! Y lo escrito, para bien o para mal, jamás se borra y se debe tener en cuenta en los posteriores artículos que traten del tema y este consejo va dirigido a todos aquellos que quieran que sus trabajos se consideren tanto divulgativos como mínimamente científicos.
Sean, pues, nuestras últimas palabras para reafirmarnos en la idea de que los desenclavos de As Cachadas y de Hío, pese a quien pese, se deben a un solo autor y que ambos, para quien quiera saberlo, llevaban la firma indeleble y a la vez invisible, aunque sea un contrasentido, de Ignacio Cerviño Quinteiro, aquel desconocido escultor, cantero o maestro de obras, como queramos llamarle, que un día Eugenio Eiroa Hermo se atrevió, sin pedir permiso a nadie, a rescatar de entre los muertos. ¡Bienvenido a la vida!

BIBLIOGRAFÍA EXCLUSIVAMENTE CITADA EN EL TEXTO
* CAMPOS GARCÍA, B. 1985. Crucero de Hío. Folleto turístico publicado por la Excma. Diputación Provincial de Pontevedra.
* CASTELAO, A. 1975. As cruces de pedra na Galiza. Akal, Madrid.
* EIROA HERMO, E. 1964. El crucero de Hío, verdadera maravilla. La obra de Cerviño en Cangas. Faro de Vigo del 30-VIII-1964.
* EIROA HERMO, E. 2000. Machacando en hierro frío. Faro de Vigo del 26 de agosto de 2000. Trabajo reproducido en 2009 en el Libro “Actas do I Congreso Galego sobre Cruceiros e Cruces de Pedra”. Editor: Estanislao Fernández de la Cigoña Núñez.
* EIROA HERMO, E. 2001. Más sobre el verdadero autor del Crucero de Hío. Desfaciendo entuertos. Programa das Festas do Stmo. Cristo da Luz e a Virxe do Carme de Hío-2001. Edita: Comisión de Festas. Hío. Trabajo reproducido en 2010 en: “Actas do II Congreso Galego sobre Cruceiros e Cruces de Pedra”. Editor: Estanislao Fernández de la Cigoña Núñez.
* FERNÁNDEZ DE LA CIGOÑA NÚÑEZ, E. 2001. Entre encravamentos profundos e desencravos amorosos. Editorial Galaxia. 254 pp. Vigo.
* FERNÁNDEZ DE LA CIGOÑA NÚÑEZ, E. 2002. Dúas aportacións ó catálogo dos Cerviño: o panteón de Antas (A Lama), para Xosé e mailo cruceiro xubilar do Poste da Franqueira (A Cañiza), para Ignacio. Pontevedra, Revista de Estudios Provinciais, nº. 12: 179-190.
* FERNÁNDEZ DE LA CIGOÑA NÚÑEZ, E. 2010. Os marmoristas-construtores de tumbas dos séculos XIX e XX. Camposantos de Ponteareas. Edita: Asociación Galega para a Cultura e a Ecoloxía (AGE) & Editorial AGCE, S.L. 127 pp. Mos.
* FERNÁNDEZ DE LA CIGOÑA NÚÑEZ, E. (En preparación). Curiosidades de Ponteareas. A historia dun pobo seguindo a pegada dos seus epígrafes.
* FERNÁNDEZ PINTOS, X. 1999. La obra de José Cerviño García en Ponteareas. Pregón-99: 13-17.
* FERNÁNDEZ SOTELO, A. 1997. Algo más sobre el autor del crucero de Hío. En: Programa das Festas do Cristo da Luz. 125 anos do Cruceiro. Edita: Comisión de Festas do Stmo. Cristo da Luz. Hío (Cangas).
* FERNÁNDEZ SOTELO, A. 1998. Manuel Coya e Ignacio Cerviño. En: Programa das Festas do Cristo da Luz 1998. Hío. Edita: Comisión de Festas do Stmo. Cristo da Luz. Hío (Cangas).


Desenclavo de Hío (Cangas), anverso.

Desenclavo de As Cachadas 
(Ponteareas), anverso.





    












Desenclavo de Hío (Cangas), reverso.



********************************

WENCESLAO FERNÁNDEZ FLÓREZ UN ADIANTADO 
DO ECOLOXISMO ESPAÑOL

Estanislao Fernández de la Cigoña Núñez


O MARCO XEOGRÁFICO
            San Salvador de Cecebre, no concello de Cambre, “parroquia rugosa, frondosa e amena”, como el mesmo Wenceslao a cualificara, é o lugar no que transcorren as historias máis incribles, onde os animais e as plantas, habitantes da fraga, teñen a súa propia fala humana para que os poidamos comprender á perfección, mesturando os seus avatares da vida cotiá coa xente sinxela daquela aldea, que sen ver o mar, escoitaba sen embargo a cotío a serea dos grandes barcos cando se achegaban ó peirao da Coruña.

O NOSO ACHEGAMENTO Ó AUTOR
            Certamente, eu teño con Wenceslao Fernández Flórez moitas concomitancias que nos unen, ademais das máis aparentes de compartir case un nome ben pouco común na nosa terra (Estanislao) e a metade do meu primeiro apelido (Fernández de la Cigoña). Pero estas pequenas coincidencias, realmente, son, como se di na fala coloquial, casualidades da vida, sen importancia ningunha, xa que as máis fondas, as que non se ven, pertencen ó mundo secreto do “numinoso”, como confirmaría Rudolf Otto no seu libro “The idea of the holy”.
          O noso amigo, agora finado, Ramón Martínez de la Riva, metade químico e metade bruxo, e xa cos anos vencidos, converteuse en alquimista sincero máis ca nun verdadeiro técnico, e nun libro que lle editamos e ademais prologamos, feito no ano 1993, co título de “Bruxas, meigas e meigallos en Galicia”, aseguraba que: “A maxia vive no numinoso. A Galicia máxica é, certamente, a Galicia numinosa.”

O WENCESLAO NUMINOSO
Pois ben, curiosamente, e sen empregar para nada esta palabra, máxica posto que aínda non se tiña inventado naquel tempo de hai unhas cantas décadas, o autor de “El bosque animado”, esta xogando permanentemente coa numinosidade que rodea coma un halo á fraga de Cecebre e a cada un dos seres da que está formada, porque numinoso é todo aquilo que non é estritamente natural e todo o que non é natural: que os animais falen, co bosque se anime, que pasen as cousas que pasan coa bruxa “A Moucha”, coa “alma en pena de Fiz de Cotovelo” na busca incesante do santuario de Santo André de Teixido para achar o repouso que lle falta, que o bandido “Fendetestas” e a súa obsesión por roubarlle ó clero, remate en axuda ó mesmo, etc. etc. forma parte, en verdade, doutro conxunto que por estar na esfera máxico-psico-relixiosa intégrase na numinosidade do bosque ou na dos propios individuos que o compoñen.
            Dende a miña perspectiva de escritor e editor de libros de natureza, etnografía e historia, de capitanear campañas por protexer este ou aquel espazo, de loitar polo cese da caza das baleas en Galicia no seu momento, dende o meu cargo de directivo da Sociedade Galega de Historia Natural e, despois, de Presidente da Asociación Galega para a Cultura e a Ecoloxía que fundei hai cinco lustros, e dende a mesma Presidencia da Sociedade Protectora de Animais e Plantas de Vigo que ostentei con moito orgullo, atópome na tesitura sempre agradable, de render unha homenaxe sentida a un home que se adiantara en varias décadas ós postulados da ecoloxía moderna, cando aínda esta era tan descoñecida dentro da sociedade na que se movía o autor, que nin sequera se suscitaba como posible utopía.

O WENCESLAO ADIANTADO
            Fun coevo durante algo máis de dúas décadas de Wenceslao Fernández Flórez. Mérito ningún, pois todo aquel home ou muller que pase dos coirenta e sete anos ten igualmente esta condición, xa que finou en Madrid en 1964. Desafortunadamente, non o coñecín nin sequera de vista, pois por aquel tempo, coa miña carreira de náutica acabada de rematar, andaba eu “polos camiños ecuóreos”, segundo frase do propio Wenceslao, e nunca mellor aplicada, dada a miña condición de mariño profesional.
Falar de ecoloxismo e pór ó autor do “Bosque animado” por bandeira non é ningún atrevemento pola miña banda, e non pode selo, porque un acredita firmemente dende o ecoloxismo práctico-filosófico no que milita dende hai moitos anos, que se temos un digno predecesor galego nesta rama do naturalismo, ese foi Wenceslao Fernández Flórez. E basta con botar unha sinxela ollada a un dos seus libros máis lido e polo que o propio autor sentía un gozo especial, para saber que el coñecía, e moi ben, as reviravoltas da natureza que estaba a describir con todo detalle na súa fraga de Cecebre.


BREVE PINCELADA SOBRE A SÚA VIDA
          Wenceslao naceu na cidade da Coruña e viviu a cabalo dos séculos XIX e XX en diversos puntos do país. O ano xubilar do 1900 colleuno apenas con 15 ano de idade, polo que posiblemente son soubo gozar daquela data na que se abrían para España, despois do desastre de 1898 coa a perda das últimas colonias insulares tras unha guerra inxusta cos Estados Unidos de América, novas posibilidades que permanecían aínda cubertas pola dor inmensa daquel momento histórico e tremendamente tráxico que nos tocara experimentar.
        Pertenceu a esa nómina ampla de novelistas que iniciaron os seus pasos literarios no xornalismo provinciano, sen que esta adxectivización que lle engadimos teña nada de despectivo pola nosa banda. As páxinas do xornal La Mañana da cidade herculina abríronlle as primeiras oportunidades de atopar o seu nome escrito nos papeis e, seguramente, esa vaidade de verse reflectido nos diarios empurrou máis tarde por outras metas máis ambiciosas que se traduciron na aparición das súas novelas.
        Sempre acreditei que a cultura dun home é directamente proporcional ós libros que atesoura na súa casa. José Antonio Gurriarán Rodríguez, xornalista acreditado, nado no Barco de Valdeorras, fálanos nun artigo aparecido na revista “Cadernos do Instituto de Estudos Valdeorreses”, número 11 e nun traballo que titulou “El mundo y sus personajes”, de Wenceslao Fernández Flórez nestes termos eloxiosos:

“Su casa –en Madrid- era un baúl de libros, ordenados o desordenados por todas partes: en estanterías, mesas y sillas, y aún sobre las camas. Me mostró dos que tenía abiertos aquella tarde, en que yo tenía dieciocho años. Unos sobre su mesa de noche; otro al alcance de su mecedora de enea: A orillas del Sar de Rosalía de Castro, y unos artículos, que, con el seudónimo de El pobrecito hablador, firmara Mariano José de Larra.”

MORRIÑENTO COMA TODOS NÓS
            O xornalista valdeorrés ó presentar a “A orillas del Sar” sobre a mesa de noite do noso escritor estanos a indicar, claramente, a nostalxia que Wenceslao sentía pola súa terra nai, iso que nós, os galegos, chamamos “morriña”, case unha enfermidade ou paranoia da alma que dun xeito continuo nos acompaña no mundo, cando o mundo que pisamos está afastado dos recunchos natais e máis íntimos. A posta en escena do autor-suicida Mariano José de Larra, á beira do seu mexedor, fálanos, igualmente, da paixón polo xornalismo que o coruñés exercía e na que o romántico madrileño foi un verdadeiro mestre que aínda seguen e perseguen con afán os alumnos das escolas de xornalismo que na actualidade se preparan para exercer este oficio con dignidade e vocación.
        Certamente, podo afirmar non sen rubor e, tamén, con algo de vergoña que non podo agochar, que eu me acheguei ó autor de “El bosque animado” en dúas etapas ben afastadas da miña vida. Na primeira, debería ter uns 14 ou 15 anos cando estudaba o bacharelato no colexio dos xesuítas de Vigo e obrigáronnos a ler o devandito exemplar na clase de literatura española. A outra, case medio século despois, cando o pracer por ler, lonxe das esixencias escolares, permitíronme seleccionar a priori os autores que sabía ou intuía que poderían aportar valores, coñecementos ou diversión, segundo o momento elixido e o espírito de ánimo do que gozaba.

INIMIGOS, OS PRECISOS
        O humorismo mesturado con fina ironía e o seu sarcasmo practicado non só nas súas novelas senón no xornalismo activo e cotiá creoulle, sen dúbida, algúns inimigos, e aquí, xa se sabe, que un ten que andar moi finamente para que non o ignoren, achanten e cubran con varios metros de terra, procurando por tódolos medios que ninguén saiba máis que o xusto de un, pois o pecado capital dos galegos sempre foi a envexa máis ruín e que a ninguén favorece, pero, menos aínda, a quen a practica con descaro, que vese sempre amargado, afundido e esmorecente cos triunfos dos demais.
           Cando pretendín seguirlle a pegada e obter unha crítica dos nosos escritores atopeime con frases que intentan, ben por non ser un nacionalista destacado, ben por non militar no comunismo máis feroz, rebaixar o seu nivel. Cando Francisco Fernández del Riego (1990) fala del no seu “Diccionario de escritores en lingua galega” ó referirse ás súas obras escritas en galego, quizais as menos coñecidas de Wenceslao Fernández Flórez polos lectores do noso país –Xa son paradoxos!, di ó respecto: “En galego apareceron coa súa firma as noveliñas A miña muller (1924) e O ilustre Cardona” (1927”).
        Quen non saiba delas dun xeito persoal por telas lido, coa aquela adxudicación que lle fixera o ilustre académico xa quedaron clasificadas para a posteridade de pequenas, intranscendentes e de pouca valía literaria. Noveliñas! Unicamente poderían ter esta cualificación debido ó seu curto número de follas, pero no canto de “noveliñas”, como as bautizou, o nome apropiado seria, literariamente falando: “novelas curtas”, porque nós, seguindo a mesma pauta, poderiamos acusar o seu volume de “dicionariño”, a pesar de nos ter incluído nel, cousa que de antemán agradecemos, xa que en canto a tamaño (largo por ancho) é un libro ben cativo. Nalgúns casos, na nosa terra, hai perversións que sobreviven á propia morte e nin sequera cando morre o can rematan coa rabia, como asegura o refrán.
        O que si omite Fernández del Riego é que non mantiña por Fernández Flórez ningunha simpatía, senón, máis ben, xenreira nacida do roce xornalístico entre ambos, aínda que os dous estivesen, cando andaron máis próximos, nos extremos do chamado agora tan pomposamente “Eixe Atlántico” de Galicia e de que xa fixese 26 anos que o pobre de Wenceslao non durmía na súa casa.
        Claro que, ás veces, se poden entender dende a condición humana as posturas dalgúns cando se erixen en xuíces supremos dos demais e poñen á súa dereita ou a súa esquerda, como Deus Pai fará o día do Xuízo Final, ós seus “elixidos” e ós seus “réprobos”, segundo simpatías, concordancias, inclinacións e afeccións, chámense de veciñanza, políticas, relixiosas ou, se queremos, futbolísticas.
        Quizais a etapa máis sombría de Wenceslao sexa a do seu exilio europeo durante a Guerra Civil Española. Aquí, sombría, quere dicir ignorada, descoñecida, sen outras adxudicacións estrañas... Xesús Alonso Montero, que tampouco sente polo autor coruñés ningunha simpatía aparente, debido sen dúbida, ó extremismo do que fai gala dende a súa militancia marxista, nada aporta no seu libro “Os escritores galegos ante a Guerra Civil Española” e tampouco a xustifica dende a posición moderada do autor coruñés en tódalas súas manifestacións públicas, tanto anteriores como posteriores ó Alzamento Nacional. O caso é que só transmite confusión cando di, despois de citar, segundo el ós máis notorios escritores que tiveron que emigrar forzosamente obrigados polo franquismo: “Con eles foron para eses tristes países sudamericanos sete escritores galegos: Eugenio Montes, Julio Camba, Wenceslao Fernández Flórez, Jesús López Suevos, Álvaro das Casas, Luis Moure Mariño e Augusto Assía, e engade, debido ó pouco que debería saber sobre este asunto: ”É esta unha cuestión litixiosa, que de tódolos xeitos habería que tratar polo miúdo noutro foro”, co que nos quedamos coas ganas de saber algo máis sobre esta cuestión sen dúbida importante na vida do noso escritor por terras de Sudamérica, que parece ser que non pisou nunca na súa condición de emigrado, segundo nos confirmou o director da Fundación Wenceslao Fernández Flórez, D. Antonio Montero Carro, xa que estivo a maior parte da contenda, primeiramente, en Holanda e, despois, en Portugal.

UNHA ANÉCDOTA SOBRE O SEU HUMORISMO
        Un amigo patrón de pesca, agora xubilado, cando lle informei de que quería visitar a Fundación Wenceslao Fernández Flórez, contoume que un coñecido del achegouse ilusionado ó escritor cando era estudante na “Escola Superior de Náutica da Coruña” e comentoulle nerviosamente, dada a distancia literaria que os afastaba, o prestixio que os distinguía, e a diferenza de idade que os sinalaba:
- Mire, mestre, estou cunha novela, que xa teño practicamente rematada pero non dou cun título axeitado, xa que non me decido por ningún e levo nesta situación algún tempo...
Fernández Flórez miroulle fixamente ós ollos e preguntoulle moi serio:
- A caso tratas de moscas...?
- Non, contestoulle o xove sorprendido.
- E de arañas?
- Tampouco!, replicoulle xa bastante mosqueado o estudante de náutica.
- Pois fillo, o tes ben fácil. Chámalle: “Nin moscas, nin arañas”.
        Non sei se este conto foi verdade ou mentira, tamén é certo que o que mo contou non tiña por que inventar nada, pero retrata un pouco o humor que practicaba o escritor. De ser certas, non eran precisamente a cortesía, a oportunidade e a corrección as habilidades que amparaban as súas relacións persoais con uns e outros, polo menos na súa etapa madura da vida.

A MIÑA SEGUNDA LECTURA DE EL BOSQUE ANIMADO
            A verdade é, volvendo un pouco as miñas palabras iniciais, que si gocei amplamente da lectura de “El bosque animado” nesta etapa de madureza da miña vida. E a unanimidade coa que os críticos sinalan a devandita novela como a mellor das escritas por Wenceslao asegura, certamente, que estamos ante unha obra por fóra do común. Atopeime, sen embargo, cando quixen clasificala non coa idea de emitir un xuízo, que nunca o pretendín, senón máis ben coa intención de situala dun xeito coherente na miña cabeza, con moitas dificultades, pois non sabería se realmente se trata dunha fábula na que árbores e animais falan e contan como lles vai na vida, ou dun conto no que poden ter cabida todas estas liberdades que se nos poden antollar puerís e vanas dende un punto de vista de seres racionais. É posible, dende a distancia que afasta ó lector do artífice e dende a perspectiva cambiante do tempo, e pasou máis de medio século dende a publicación pola primeira vez daquela novela, que as subxectividades que aniñan no corazón dos humanos cando encaramos a lectura dun libro, tamén poden mudar, para ben ou para mal.


El Bosque animado donde Fernández Flórez 
se muestra como un adelantado del ecologismo.
A PROBLEMÁTICA CONSERVACIONISTA
            Hai, sen embargo, algo que ficou permanentemente na miña memoria, coma un metal nobre que endexamais enferruxa, e foi a valentía coa que Fernández Flórez abordou, adiantándose en varias décadas a calquera outro da nosa terra, as relacións do home coa natureza dende un punto de vista responsable. O ecoloxismo non é outra cousa, pero aínda estaba por vir, por se inventar, por se descubrir, pero sobre todo por se achegar ás xentes do país e empaparlles os corazóns con ideas e con conceptos que hoxe parecen de caixón se pretendemos superar este momento difícil no que se atopa el planeta.
        Por aquel tempo, e tampouco estamos a falar de tanto, ninguén intuía nin polo máis remoto, que o clima sería capaz de mudar e que o quecemento co que nos están a ameazar tódolos días como un desastre para a humanidade está chamando á porta. As contaminacións de todo tipo, o desbarate desaforado de enerxía, da auga doce, os problemas de saúde derivados das alerxias, da sobrealimentación, etc. eran cuestións que ninguén suscitaba naqueles tempos de fame e escaseza de todo tipo, porque non tiñan sequera agromado, pero, sen embargo, si percibiron que a natureza se comezaba a resentir coa extinción das especies, a tala incontrolada dos bosques, a creación das grandes presas para a obtención de enerxía eléctrica, etc. Eran os primeiros síntomas que denunciaban unha enfermidade que se foi agravando co paso dos anos, ata chegar ó día de hoxe, no que as medicinas xa non fan reaccionar ó doente.
        En tempos de Fernández Flórez falar en favor das especies e en contra dos cazadores-exterminadores, era pór un graíño de sensatez na matanza das xigantescas baleas que os noruegueses estaban a realizar sen ningunha consideración nas augas galegas con factorías flotantes, denunciar a destrución das fragas e carballeiras da nosa terra, hoxe case residuais en todas partes parecía misión imposible, e tan so un iluminado podería atreverse a tanta ousadía.

WENCESLAO ECOLOXISTA
            Quen se adianta ó seu tempo, vai sempre contra corrente. Cando todos baixan, levados polas augas do río, empurrados polos ditames da moda, as influenzas da xente, a opinión dos xornais, os comentarios dos políticos do momento, as tendencias do mercado, etc. etc. resulta que el sube chocando con todos. É un raro, un incomprendido, un “majara”. O escritor, sen embargo, pódese escudar sempre nos seus personaxes, e como se actuaran, coma se a opinión deles nada tivese que ver coa que el ten, pensa e practica, conducíndose dun xeito independente da súa forma de ver o mundo, ou contra o mundo mesmo que el imaxina e quere, pero quen le “El bosque animado” sen embargo non pensa desa maneira. Está convencido de que as opinións que expresan as diversas especies de árbores, as falas dos animais que o habitan, dende os corvos, pasando polas raposas, as moscas, toupeiras, coellos e lobos, poñendo a feder en moitas ocasións as actuacións dos humanos respecto a eles e o seu contorno (o hábitat, que nomean os entendidos, no que nacen e morren) están plenamente vixentes no ecoloxismo actual, pois cando se presta a voz ós seres que carecen de fala, o autor expresa o seu través as opinións que lle son propias. Se así non fose, inventaria un persoeiro humano e por el podería dicir o que sente ou contrario do que sente, pois sempre se falou da independencia dos personaxes respecto de quen os crea.
        Claro que contra a miña opinión poderíanse erguer outras moitas, imaxinado a Fernández Flórez dende perspectivas ben diferentes, pero a min iso non me importa. Con percorrer a outras novelas nos que o protagonista non é un modelo a seguir terían dabondo, pero eu podería dicir que esa non é a súa opinión, senón a do seu persoeiro, e que nas novelas, xa se sabe, para lles dar emoción, intriga e interese conxúganse diversas historias, paixóns, crimes e o que queiramos, nos que o autor soamente é o fío que conduce ós escenarios nos que transcorre as accións dos protagonistas.
        Volvo ó de antes: quen presta a súa voz ós seres que carecen da capacidade de expresión está dicindo por eles o que pensa. En “El bosque animado” os protagonistas son moitas veces os seres vivos que nel habitan, pertencentes ó reino vexetal ou animal e o inimigo a combater sempre é o home, que rexe de maneira certamente arbitraria os destinos de todos. O xeito de saudar os animais entre si é, a maneira de pregaria e parodiando o “vai con Deus”, tan común nas nosas aldeas, “que o home te ignore”, e é que a ningún ser vivo entre os que denominamos salvaxes lle pode ir mellor na súa estresada existencia.
        Outras veces, ten pensamentos que nin nas peores horas da miña enfrontada e visceral actitude antivenatoria, podería dicir con mellores e máis expresivas palabras. Fala do Fuco, no capítulo do “Peregrino enamorado” e di deste persoeiro ruín entre os ruíns que:

 “Es el azote de todo lo viviente con tal que sea más débil que él. Cazador de pájaros, destructor de alimañas, enemigo irreflexivo, automático de cuanto se mueva cerca de sus manos o de sus pies. La mariposa o la hormiga, la lagartija o la araña; cuando trepa a los árboles no aparta las ramas que estorban: las rompe; frente a una cueva le inmoviliza la idea de hostigar al ser que supone oculto y escarba en ella con palos o enciende hogueras u obtura la entrada con pedruscos; si es un simple agujero lo anega en orines; deshace los nidos, apedrea a las aves y su varita de fresno zumba incesantemente para cortar las flores o los vástagos tiernos y los brotes recientes, mientras él camina con su paso ruidoso y ligero por la fraga”.

        En fin, estamos ante unha visión humilde do exterminador actual, que armado de repetidora do doce e con recámara de cinco tiros, nada deixa ó seu paso con vida.
         Certamente, os escritores cando abordan certas novelas procuran informarse previamente dos escenarios nos que transcorren e que poden levarlles moito tempo dunha intensa preparación preparto. Empregan, entón, vocabularios técnicos, acordes cos traballos desempeñados polos seus persoeiros, ambientan as accións nas épocas históricas nas que transcorren, en fin, procuran darlle a máxima credibilidade posible para mergullar ó lector no momento adecuado da historia que están procurando contar. A min, como naturalista fascináronme dende o primeiro momento as descricións e comparacións que Fernández Flórez usa dabondo en “El bosque animado”. Poderiamos certamente atopar escritores actuais embebidos no ecoloxismo exercitante de moito renome que non atoparían expresións máis axustadas, certeiras e fáciles de comprender nos seus artigos ou libros. Abraiado fiquei cando da fraga di, xa na primeira páxina do libro, que “es un ser hecho de muchos seres”. Fermosa metáfora que volve a retomar tan só unha páxina máis adiante cando repite case punto por punto o devandito pensamento: “La fraga es ella misma un ser compuesto de muchos seres” e engade, por se non ficase claro, que:

“Entonces se comprende que exista otra alma allí, infinitas almas; que está animado el bosque entero; almas infantiles también, pequeñitas y variadas, como mariposas, y que se entienden, sin hablar con la nuestra, como se entienden entre sí los niños pequeños que tampoco saben hablar.”

        Unha das maiores conquistas do ecoloxismo galego dos últimos tempos foi rematar o 1 de xaneiro de 1986 coa caza de baleas nos nosos mares. Por aquelas datas había aínda dúas factorías funcionando, unha en Caneliñas, preto de Cee, na ría de Corcubión, á que Fernández Flórez nomea en “El bosque animado”, e outra en Cangas, na costa norte da ría de Vigo. Daquela parecía imposible parar unha matanza na que os políticos gobernantes tiñan intereses en continuar, pois non podemos esquecer que o avogado Manuel Iglesias Corral, que era o Secretario Xeral de IBSA (Industrial Ballenera S.A), foi ademais de Alcalde da Coruña na II República, Fiscal Xeral do Estado, Deputado e Senador por Alianza Popular e Membro do Consello de La Voz de Galicia”, polo que tiña asegurada politicamente a continuidade da caza e o silencio e secretismo da mesma na prensa do país, que dende o seu cargo amordazaba.
        Obviamente, no tempo de Wenceslao e cando “El bosque animado” se xestou no seu maxín, as simpatías que poderían espertar as baleas distaban moito de estremecer á masa popular da nosa terra, enfrontada, nun sobrevivir dificultoso que aceptaba como única vía de saída a migración máis penosa cara á América, da que moi poucos conseguían volver algunha vez a pesar da morriña que os sacudía e amargaba.

SI O BO FOI CASTIGADO, OS MALOS NON TEÑEN PERDÓN
        Na descrición que Fernández Flórez fai da caza das baleas polos empresarios noruegueses nos mares de Galicia, hai unha lección moral que se desprende de quen saiba ler entre parágrafos e que eu quixera pór de manifesto nesta ocasión. Aseguran os expertos que non hai crime sen castigo e parece que tanto nas novelas como nos filmes os malvados sempre perden, agás nas protagonizadas por Torrente, do Director Santiago Segura, que o presenta como heroe e modelo a seguir. Cando “Geraldo” participa a bordo do baleeiro “Bóreas”, a pesar de que o seu cometido a bordo permanece moi agochado na narración, pois non é nin quen descubre o “sopro” dende a cofa do pau actuando de vixía, nin quen dispara o canón como artilleiro principal, polo que parece ser máis ben un membro pouco entusiasta daquela escabrosa carnicería, que se gañaba a vida alí como podería gañala en calquera outro lugar, pero, a pesar diso, perde unha perna co cabo que suxeita o canón á súa presa.
Loxicamente, se Fernández Flórez non pretendese inculpar a este mariñeiro de Cecebre, embarcado ó seu pesar, e ó que sempre lle tirou a terra bastante máis co océano, no exterminio que se estaba a levar sobre os grandes cetáceos en tódolos mares do mundo polas potencias que se supuñan máis civilizadas do momento, podería moi ben libralo de levar o resto da súa vida unha perna de pau e buscarlle a Hermelinda, “moza de grandes ojos del color de la ruda y pelo leonado” un noivo máis enteiro e apetecible.
        As descricións náuticas utilizadas polo autor na caza das baleas son exactas, como correctos son tamén os termos mariñeiros empregados a bordo do “Bóreas”, o que denota un coñecemento exacto deste vocabulario por fóra do común, aínda que non o podemos considerar excepcional nel, posto que o autor nacera nunha cidade volteada cara ó mar, polo que ben podería saber ou preguntar a expertos sobre o uso de algúns conceptos descoñecidos na súa maior parte polo común dos mortais. Para os cetáceos capturados tan impunemente ten frases no texto que delatan ben ás claras que para el aquelas masacres non gozaban da súa simpatía:

“Muchas veces la agonía del pobre ser –culpable de que sus despojos valiesen diez mil pesetas- representaba su última escena en la superficie... Después, la víctima y el verdugo se acercaban reciprocamente.... y se marchaban –codicia e inocencia unidas, como tantas veces- por los caminos ecuóreos”.

ULTÍLOGO
        E chegados a este punto no que fomos debullando parte das inclinacións que o coruñés nos desvelou na súa novela máis coñecida en favor da nosa natureza e que me fixeron a min, como mariño por unha banda, naturalista por outra e ecoloxista por todas, abordar “El bosque animado” desde unha particular e subxectiva visión, poñemos punto e final non con un epílogo, que sería o normal nestes casos, senón, empregando o vocablo do propio Wenceslao cun “ultílogo”, e non podería ser de mellor maneira que volvendo a última das páxinas do devandito libro, onde para a nosa ledicia e como resume de resumes, lemos como se se tratase do final feliz dunha novela rosa que nos enchese de emoción:

“Y transcurrieron los días y los años.
Y vino la Muerte y pasó su esponja por toda la extensión de la fraga y desaparecieron estos seres y las historias de estos seres.
Pero detrás, todo retoñaba e revivía, y se erguían otros árboles y se encorvaban otros hombres y en las cuevas bullían camadas recientes y la trama del tapiz no se aflojó nunca.”






********************************

CARBOEIRAS DE PEDRA, PARA A FABRICACIÓN DE CARBÓN VEXETAL, EN PONTEAREAS (PONTEVEDRA)

Estanislao Fernández de la Cigoña Núñez


INTRODUCIÓN
Hai apenas medio século que o carbón vexetal era un dos produtos que se obtiña do monte comunal xunto co pasto, a leña, o toxo, as estivadas ou cavadas para o centeo, a caza e a pesca. Algunhas aldeas que non posuían carballos suficientes para facer o lume diario nas lareiras especializábanse na obtención de carbón de uz que obtiñan no monte común non sen un grande esforzo.
Ángel Cerrato Álvarez (2007) cóntanos que o carbón sacábase dos torgos das uces e que o seu traballo foi sempre particular, mais sempre botábanse unha man uns ós outros”. Facíase carbón practicamente por toda Galicia, aínda que loxicamente non por un igual, dependendo un pouco da materia prima que houbese a dispor da comunidade e da falta de leña.
Aínda a xente maior lémbrase das fogueiras de carbón fumegando polo día nas montañas e iluminando as noites coas cacharelas anexas dos carboeiros que as coidaban ó calor dun lume cativo, pois unha proporción importante obtíñase no inverno, cando había, precisamente, unha maior demanda do produto por parte dos particulares.

O CARBÓN, COMO AXUDA Á RENDA FAMILIAR
Nesta actividade participaban de maneira moi viva as mulleres, que xuntaban ás obrigas familiares propias do xénero, ás do campo, ás da facenda e o traballo de facer, moitas das veces, o carbón. Tamén se preocupaban de transportalo, levando sobre as súas testas os sacos con 25 quilos ou máis durante longos e malos camiños, as máis privilexiadas axudábanse cun burro, multiplicando, entón, a cantidade á venda. Unha gran parte deste carbón vendíase nas vilas e cidades e convertíase, deste xeito, nunha axuda que aportaba algún diñeiro á precaria economía familiar. Fabricantes das parroquias de Ponteareas vendían na vila, pero tamén no Porriño e Vigo. Estamos falando dos anos 50 e 60 de pasado século. Neste sentido, Valeriano Villanueva (1939: 148) en el capítulo “Agricultura” da “Geografía del Reino de Galicia”, di falando dun xeito xeral:

“Los altos brezos de escoba o uces prestan grandes servicios en la parte árida de la montaña para leña, muy abundante en calorías, y para carbón vegetal, en el que se emplea también el ramaje del roble y constituye para los montañeses una de las pequeñas industrias rurales que les ayudan a vivir.”

            Pero non só eran os montañeses os que obtiñan un suplemento as súas rendas, como asegura Villanueva, xa que non podemos considerar de verdadeira montaña os lugares nos que atopamos as carboeiras en Ponteareas.
            Este carbón, obtido con tanto sacrificio, empregábase, mesmamente, en procesos de fabricación de tipo artesanal, como poderían ser os ferreiros e oleiros, que en ocasións o fabricaban eles mesmos, para non ter dependencia allea e abaratar custos. Ademais, tiña unha boa aceptación no consumo doméstico nas cociñas de xente adiñeirada e en braseiros que se puñan tanto nas habitacións como baixo as mesas con saias.

A MATERIA PRIMA: AS UCES E A PIÑA PECHADA
            En Galicia existen varias especies de uces. Todas elas pertencen ó grupo das ericáceas. Trátase dunha familia ampla, que se divide en tres xéneros: Arbutus cunha soa especie o Arbutus unedo coñecido en Galicia por hérbedo (Madroño en castelán) e os seus froitos por morotes; Bryanthus, tamén cunha especie única, o Bryanthus polifolius e por último Erica, da que Máximo Laguna (1883) cita ata 14 especies diferentes que uns anos despois o xesuíta Baltasar Merino (1906), mellor coñecedor da nosa propia flora, reduce tan só a dez. Precisamente, deste último xénero e moi especialmente da Erica arborea obtíñase o carbón vexetal de mellor calidade. O nome erica deriva do verbo grego “ereiken”, que significa quebrar, aludindo á fraxilidade coa que rompen as súas pólas.
A Erica arborea, coñécese en galego por uz ou urce branca, debido a cor das súas flores. En castelán chámase “brezo blanco” e en xeral as distintas especies coñécense polo nome xenérico de “brezos”. O branco trátase dun arbusto que medra entre 1 e 3 metros, de aparencia moi ramalluda, con pólas abrancazadas e ergueitas, bastante peludas. A súa madeira é parecida á do hérbedo, en castelán “madroño”, do cor avermellada, moi dura e pesada. Segundo refire o botánico Laguna (1890: 72) proporciona un “carbón excelente.”
            Pero, mentres en Galicia empregábanse, como acabamos de expor, distintos tipos de uces e incluso pólas de carballo, como indicaba Villanueva, especies que medran nos montes comunais dun xeito silvestre, en diversas parroquias de Ponteareas recorríase, principalmente, ás piñas aínda sen abrir, dada a abundancia de piñeiros, procedentes en gran maneira das intensivas repoboacións que se levaron a cabo tanto por particulares como por el Estado. Estas piñas pechadas proporcionaban un carbón de moi boa calidade polo seu gran poder calorífico e, ademais, desprendía ó arder un agradable arrecendo a resina, polo que era moi estimado como combustible nas casas, xa que ó tempo que quentaba, perfumaba as estancias. Loxicamente estas piñas aínda sen madurar eran máis difíciles de conseguir, pois non se desprenden con tanta facilidade das pólas como cando están abertas, que caen ó chan dun xeito natural e máis sobre todo en inverno tras os fortes vendavais propios desta estación.

O CARBÓN VEXETAL
            Falamos dun combustible sólido, fráxil (podémolo romper coas mans), poroso e que contén moito carbono, obténdose pola combustión lenta e sen osíxeno (pirólise) de diversos produtos vexetais, a partir de temperaturas superiores ós 400 graos. O produto resultante ten un poder calorífico moi superior ó da propia madeira da que se obtén.
            Coa carbonificación o que se pretende non é outra cousa que illar a madeira que se vai prender do exterior, para evitar que entre aire nela e faga lume ata consumila.

USOS ANTIGOS E ACTUAIS
            Xa expuxemos algunhas utilidades. Pero vexamos outras que sobreviven aínda, como pode ser o seu emprego para asar en grellas diversos alimentos (carnes, pescado, etc.) pero o seu uso antes, máis que agora, fora bastante común, así, considerábase indispensable en:
a) A pequena metalurxia. A madeira, para fundir o ferro, non proporciona suficiente calor e acudíase ó carbón vexetal, máis adiante substituído con avantaxe pola ulla de boa calidade, tipo coque.
b) Para a fabricación da pólvora, xa que na composición deste produto emprégase nun 75% o salitre ou nitrato potásico; un 12% de xofre e un 13% de carbón vexetal Esta mestura, ó arder, tende a ocupar 400 veces o volume que tiña, de aí a potente explosión que orixina a súa combustión.
c) Para a calefacción de fogares. Principalmente en braseiros baixo mesas. Hoxe en desuso, debido ós gases tóxicos que desprendían os braseiros nunha mala combustión e que todos os anos produce algunhas vítimas.
            d) Na actualidade, segue o seu uso na clarificación de bebidas: viño, cervexa, licores, etc. en procesos industrias de fabricación pois é un filtro inmellorable.

AS CARBOEIRAS QUE ATOPAMOS EN PONTEAREAS
            Mentres o proceso de obtención, na maior parte de Galicia, facíase abrindo un burato no monte ó que se engadían as uces que se ían prender e a illar do aire mediante unha capa de terra para evitar a súa combustión co osíxeno do aire, en sitios cada vez diferentes para facilitar o transporte, en Ponteareas atopamos outro sistema máis racionalizado e estable, construíndo un burato circular que se forraba de pedras de cachotería e que servía unha e outra vez para o proceso de fabricación.
            O resultado, cando estaba baleiro de piñas sen abrir, era, en aparencia, a dun pequeno pozo que podería ter como algo menos de un metro de profundidade e un diámetro que incluso non chegaba a el. O fondo do pozo, polo menos nos que temos visto, era de terra, polo tanto, esta parte carecía do forro de pedra que si tiñan as paredes.
            Este tipo de construcións aínda as puidemos ver en dúas parroquias: en Xinzo, no lugar dos Eidos, construción en pedra de 80 cm de diámetro e 60 cm de profundidade, e en Guláns, no lugar de Valiñas, onde e segundo conta Arístides Carrera Lorenzo (2011): “Enriba deste eido –o antigo de Peregrina a Cortadora- están dúas buracas onde o ferreiro facía o seu carbón vexetal con piñas para quentar a fragua”.
            Seguramente quedarán no concello de Ponteareas algunhas carboeiras máis, espalladas por diferentes lugares, pero para esta nota parécenos suficiente, pois só intentamos rescatar do esquecemento unha actividade que ata hai unhas poucas décadas era frecuente en toda a contorna da bisbarra do Tea.
Antiga carboeira do lugar dos Eidos, na parroquia de Xinzo (Ponteareas – Pontevedra), forrada de pedra de cachotería e cunhas medidas de 80 cm de diámetro e 60 cm de profundidade (Foto: E. Fdz. De la Cigoña).
BIBLIOGRAFÍA EXCLUSIVAMENTE CITADA NO TEXTO
CARRERA LORENZO, A. 2011. Descubrindo Guláns. Asociación Galega para a Cultura e a Ecoloxía. Mos.
CERRATO ÁLVAREZ, Á. 2007. Vellos traballos comunitarios do mundo labrego. Asociación Galega para a Cultura e a Ecoloxía. Mos.
LAGUNA, M. 1890. Flora forestal española (II parte). Imprenta del Colegio Nacional de Sordo-mudos y de Ciegos. 429 pp. Madrid.
MERINO, B. 1906. Flora descriptiva e ilustrada de Galicia. 3 Vol. Tipografía Galaica. Santiago de Compostela.
VILLANUEVA, V. 1939. Tomo I da Geografía General del Reino de Galicia. Alberto Martín, Editor. Barcelona.

 


********************************

AUTARIZ (OURENSE) A PONTE DO AMOR ETERNO 
OU DO “PADLOCKING” GALEGO


Estanislao Fernández de la Cigoña Núñez

(Este artigo e fotografías pódense reproducir, citando sempre as fontes orixinais, pois como toda creación literaria ten reservados os dereitos de autor)


A PONTE DAS TERMAS DE OUTARIZ (OURENSE)
          A ponte de ferro reservada ó peóns que atravesando o río Miño conduce as pozas térmicas de Autariz (Ourense) ten un longo de 128 pasos ben medidos. Presenta as bandas protexidas por placas metálicas perforadas, onde as xentes namoradas penduran numerosos candeados. O número dos que atopamos a primeiros de agosto de 2010 danos unha idea de cómo se propagou o hábito de prendelos, pois en total contabilizamos 264, de tódolos tamaños e formas que podemos atopar no mercado: prateados, dourados, de chaves ou claves.
          En moitos deles, lese, inclusive, o nome dos amantes, así como a data na que se verificou o prendemento. Hai candeados prendidos a outro candeado, como dando a entender que os que tal fixeron non se deixarán nunca, pase o que pase.

DISTRIBUCIÓN DOS CANDEADOS
          Varias cousas chamaron a nosa atención de visitante ás pozas de auga quente que se atopan á beira do Miño:
          1º. - Hai moitos máis candeados na parte central da ponte, sobre as augas do río Miño que sobre as partes iniciais e finais que fican sobre terra.
          2º. - Hai máis candeados na banda esquerda da ponte (segundo vamos da estrada cara as pozas de Autariz) que na dereita.
          3º. – Os candeados deben colocarse polas noites, cando os mozos van ou veñen das pozas, pois nunca fomos quen de ver a ninguén durante o día a ninguén prendendo os trebellos nas numerosas ocasións nas que gozamos daquelas augas durante a luz diúrna.

O “PADLOCKING”, UNHA TRADICIÓN QUE VÉN DE LONXE
          As primeiras novas que temos deste costume de prender candeados ás reixas das pontes cando a estrutura das mesmas permiten esta posibilidade veñen de Roma, onde hai décadas que se practica tal cousa nas pontes que atravesan o Tíber e que amosan condicións para poder practicar o “padlocking”, nome inglés deste “deporte” e que foi aceptado comunmente a nivel global, por esa facilidade que a lingua de Sahakespeare ten para bautizar axiña as novas excentricidades.
          Grazas ó turismo, esta práctica estendeuse a outros moitos lugares de Europa, onde, sen embargo, segue a chamar a atención dos visitantes, porque non deixa de ser unha novidade aínda que poida ter xa algunhas décadas de vixencia.
          Estamos falando de darlle corpo, entidade física, a unha un desexo etéreo e, como tal, de difícil realización, como podo ser a fidelidade perpetua (ou polo menos pretendida) que os candeados encadeados (valga a redundante petulancia) queren mostrar e demostrar.
          A tradición vaticina que, unha vez pechado o ferro, hai que tirar a chave ó río, canto máis lonxe mellor, non vaia a ser que alguén a poida atopar e atine por abrir o candeado, desbotando para sempre os compromisos asumidos con tan emocionada firmeza. Por iso, onde máis abundan os candeados é mesmamente sobre a parte da ponte que fica mesmamente por riba das augas que corren, xa que así se aseguran, nunha elevada potencia, que ninguén, nunca xamais, será capaz de abrir o que con tanta ilusión se pechou.

MADRID E SEVILLA HERDARON ESTA MODA
          Non sabemos se foi antes ou despois de que a ponte de Autariz se enchese de centenares de candeados, cando os xoves madrileños os prenderon ás reixas que resgardan a estatua do rei Filipe III, na Praza Maior do Reino.
          En Sevilla, esta moda, parécese máis á ourensá, pois os candeados adobían a ponte da raíña Isabel II, no barrio de Triana. As chaves bótanse tamén ó río e o desexo de permanecer por sempre encadeados á mesma persoa nace no mesmo momento no que desaparecen entre as augas.

         
Ponte de Autariz ou dos Namorados, Ourense




 Candeados prendidos nas marxes da ponte


Candeados prendidos en candeados
 Detalle dun deles